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Dolor en el autismo: lo que no se ve también duele

08/07/2025
Mujer mirando por la ventana con expresión melancólica, simbolizando el dolor invisible en el autismo.

Una vez me dijeron que cómo podía hablar de dolor si no me había ocurrido nada grave. No había tenido ninguna enfermedad importante y mi familia estaba bien. 

Esta misma persona me reconoció, más de 20 años después, que su respuesta venía, precisamente, desde el dolor, aunque en el momento de lanzar la acusación no era capaz de reconocerlo.

El dolor y yo somos viejos amigos. Hay una parte que ha vivido conmigo siempre. Cuando se me hacía evidente que había algo que no encajaba. Que los demás eran diferentes a mí. Que parecía ser que me había confundido de planeta al nacer. 

Vivir sin respuestas es un dolor en sí mismo. Un dolor muy peligroso, como te contaré luego. A continuación te describo, desde mi perspectiva de 40 años viviendo con un dolor muy profundo, y que, afortunadamente, ha cesado desde que obtuve el reconocimiento de mi condición. Me encantará leer en comentarios cómo ha sido para ti.

Imagen conceptual de grietas en vidrio para simbolizar el dolor interno en el autismo.
Foto de Eyasu Etsub en Unsplash
Índice

    ¿Por qué el dolor es tan común en el autismo de diagnóstico tardío?

    El dolor del alma ha estado conmigo muchos años. Lo conozco bien. A pesar de no haber tenido enfermedades graves ni problemas familiares.

    Realmente hay varios tipos de dolor del alma. 

    Los dolores que te rompen por dentro

    Los hay que te rompen por dentro. Sientes cómo algo dentro de ti se resquebraja. Y no es nada físico. Es algo mucho más profundo. Más duro. Es un dolor de acantilado, peligroso, cortante. Tanto que es un dolor que cambia.

    Cuanto antes aceptes el cambio, antes pasará el dolor. Aunque hay veces que esta empresa se ve como un imposible. En ese caso no queda otra que intentar recomponer las grietas más profundas y seguir. Despacio. Muy despacio. El tiempo irá haciendo la cura de las heridas abiertas. 

    Y cuidado, porque, a veces, el tiempo es traicionero y trata las heridas con apósitos envenenados, así que las heridas tardarán todavía más en curar. Otras, con una palabra basta: autismo.

    Los dolores mansos

    Y luego está el otro dolor. Uno manso, en calma, que te oprime, pero sin llegar a ahogarte, porque sabes que podrás sobrevivir a ese dolor. 

    Un banco bajo la lluvia ligera, simbolizando el dolor manso en el autismo.
    Foto de Vatroslav Bank en Unsplash

    Sabes que es cuestión de hacerte a la idea de que las cosas han cambiado. En ese caso, lo mejor es subirte a una barquilla y dejarte llevar por el río tranquilo de lágrimas. Sabes que lo que ha pasado tenía que pasar, y sabes que ha pasado en el momento en que tenía que ocurrir. Aun así, la opresión y el dolor te acompañan. 

    El dolor es parte de la vida. Hay dolores que rompen y cambian, y otros que amansan. Hay ocasiones que no merece la pena más que pasar por ellos. Aunque duela.

    Compartir el dolor también puede sanar

    Si te resuena lo que cuento, me encantaría leerte en los comentarios. ¿Cómo ha sido tu relación con el dolor a lo largo de tu vida? ¿Cómo lo has sentido?, ¿algo más constante o algo que llega de repente y te desborda?

    Compartir nuestras historias nos ayuda a reconocernos y a recordarnos que no estamos solos en este camino.

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    Gracias por estar aquí y por existir. 🌻

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